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Aquella tarde de abril

 

Aún puedo recordar aquella tarde de abril...

 

Verdes paisajes iluminaban aquel país,

aquella frontera dónde la Libertad

pierde su utópica esencia

para travestirse en un tierno hálito de vida.

 

Soñé vagar sin rumbo entre tus senos,

perderme eternamente entre tus selvas,

morirme, y renacer entre tus piernas,

bailar bajo las trompetas del Juicio Final,

y abrazarme firme a tu piel de nácar.

 

Pero una extraña fuerza abre mis ojos,

y regreso a estos edificios grises,

a estas calles de gris esperma,

a estas manos de gris palabra;

a este mundo gris.

 

Y por más que intento volver,

y por más que intento pararme en seco,

y dar la vuelta, y retroceder;

no encuentro el valor que cobije mi esperanza.

 

¿Cuántas veces, si hubiéramos retrocedido,

habríamos llegado a mejor puerto

que con la mera inercia de avanzar?

 

Busco mis huellas sobre la arena,

sobre el inmenso azul,

el inmenso azul al que todos miran

y al que nadie escucha;

y es tan perfecto el idioma de las lágrimas.